miércoles, 2 de noviembre de 2011

Bombacha del Metal II: La Honga


Tenía 20 años y un repertorio sexual bastante patético. Siendo más clemente conmigo misma, establezcamos que era perfectamente congruente con mi poca experiencia, mi timidez y demás delirios fundados del tipo: “Soy el fruto bastardo del amor entre Shamu y Keiko y debo rondar los 167 kilos.”


“¡Vamo’ a ponerla!”

Léase: tenía un prontuario cuyo contenido real era absolutamente inexistente. Para ser más explícita, más desagradable, y más gráfica, mi actividad más erótica consistía en buscar patilludos próceres en las manchas de humedad de los telos de mala muerte que mi ex pareja podía pagar. Y eso era todo. Sí, con evidente expresión de desinterés total y en pleno Síndrome de Pollo Deshuesado (no confundir con el Síndrome de la Polla Deshuesada, por Dio, que haría mi existencia enteramente más depresiva), con una pierna apuntando a cada esquina de la habitación, buscaba a San Martín, al Señor Julio “Genocidio” Roca, Artigas… los Treinta y Tres Orientales y otras figuras totalmente reconocibles. Sí, claro.


“Las recetas de nuni” tiene la posta del kamasutra culinario.

El día que encontré a Juan Domingo Perón en el techo de la habitación más módica del tugurio Los Jardines de Babilonia (un cuchitril de inciertos olores a sexo extramarital, flujos corporales de dudosas reputaciones y procedencias y desesperaciones varias), mis energías vitales mutaron íntegramente. Hallar el Santo Sudario Peronista me obligó a tremenda dicotomía: teñirme de rubio o a volverme adepta de Señor Tercera Posición. Tengo media cabeza rubia. ¿Expliqué mis orientaciones políticas? Bien. Prosigamos.
La llegada del Soldadito de Plomo -ciertas identidades permanecerán ocultas a servicio de mantener la privacidad, integridad e ilusión de hombría de ciertos sujetos-  a mi vida sólo sirvió para volver mi complicación sexual en un antología verdaderamente lamentable y que desencadenó los eventos que aún no sé demasiado bien cómo sucedieron o por qué sucedieron. Mi vida sexual se volvió Maidenera. En el PÉSIMO sentido de la palabra.


Algo así, ponele.

Expliquemos.
El Soldadito era un dios nórdico que rozaba el metro noventa y cinco y cuya estructura piramidal recordaba a la de Phil Anselmo en sus épocas cresta-loca, un despilfarro de facha, una tormenta de sexy-diosidad, un terremoto metalero de seducción, etcétera. Era, pues, un trozo de carne bien parecido, una de esas maravillas de la naturaleza cuya particularidad era cumplir a la perfección las leyes de la física. Sí, claro. Las ondas electromagnéticas del espectro visible que  rebotaban en él para entrar a mi espectro de visión cumplían con que su velocidad era mayor que las de la propagación de las ondas sonoras del espectro audible, 300.000 km/s y 340 m/s respectivamente.
En criollo: si mis cálculos son correctos, el hecho de que esté más bueno que comer pollo con la mano llegaba 882.353 veces más rápido a mis ojos que las PELOTUDECES que decía. Abrir la boca era sinónimo de cagarla, era un pobre Mr. Músculos que enarbolaba frases del tipo “Soy un paladín cristiano que vengo a salvarte, CHIQUITA.” No era tanto que fuera estúpido, sino que era la definición y encarnación de la Real Academia Gabrielística de lo que yo llamo un  “Banana” o, en su defecto, un “Gil”. Siendo que solía tener un imán para bananas, era perfectamente lógico que por más tremendo lomo que tuviese, iba a arruinar sistemáticamente cada musculillo al articular frases del tipo: “Ay, pobrecita, no entendés nada de política: Sarkozy no es facho.” Nota al margen: redacto la sección internacionales de cierto prestigioso periódico. Exasperante como era y mi tolerancia a las pelotudeces baja como es, solía mantener su impertinente boca en distracciones más oportunas como, por ejemplo, la mía.

 
Tú sí que sabes, 9GAG, tú sí que sabes.

                Que conste, en este sencillo acto, que soy una mujer de bien. Me visto como un gato, sí. Pero soy una buena chica. Lo juro, por más que la evidencia atente en mi contra. Evidencia irrefutable, sí, pero bueno. Podría ser peor. Juro que fueron las circunstancias las que me llevaron a las acciones que relataré a continuación.
                Es que es todo culpa del alcohol, el medio para todos los fines.
                A veces te pasa lo que me pasa a mí y te ponés soberano pedo con cualquier bebida medianamente (puramente, si te gusta el Kalimotcho de Termidor o el alcohol de farmacia). Te sentís el rey del mundo, cual Jack montado en el Titanic. Pero la cosa es así: el Titanic SIEMPRE se hunde. Sencillo, claro y conciso: no hay manera de escapar a mi destino, no hay manera de rehuir a la resaca que sobrevendrá, no hay manera de que un negro no muera primero en una peli de terror, etcétera. Mi Titanic se murió, sepultó, lo culeó una ballena (¿Keiko?) a 5000 metros bajo la superficie cuando decidí que era una buena idea llevarme al Soldadito a mi casa para jugar a la guerra.
                Padres fuera del país + cama de dos plazas + rubio sumamente partible + Jack Daniels=lo que sea que sus mentes sucias estén pensando, papanatas.
                Llego a mi hogar y arrastro al monigote a los oscuros rincones de mi cueva con intenciones menos que honorables.
                Franeleo masivo.
                Soldadito que luce sus torneados abdominales en una símil danza de seducción. Raro.
                Más franeleo masivo.
                Soldadito que comienza a susurrar frases del tipo: “No tengas miedo, CHIQUITA.” Rarísimo.
                Continúa el franeleo masivo.
                Soldadito que susurra chanchadas MASIVAS en mi oído, sacadas seguramente de alguna traducción de algún tema mega-desubicado de Rammstein. Me cae baba en el oído. Raro Y asqueante.
                CONTINÚA el franeleo masivo y ya parece una sesión de perreo de reaggeton colombiano. Los susurros se vuelven ya gritos que incluyen la palabra “putita.”
                Y sucede lo increíble.
                En pos de la deontología periodística, cito:

SOLDADITO (con meneos a la Ricardo Fort): Gritá para mí, putita (repite x2), GRITÁ PARA MÍ, PUTA, GRITÁ, GRITÁ… SCREAM FOR ME ARGENTINAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!



                Gabriela se cae de la cama y se rompe el coxis.
                MI COXIS, MAN. Maiden. Sí, MAIDEN!!! Maiden me rompió el orto, la putamadrequeloreconchamilparió!


               
Sí: MERECE LAS DOS VECES.

            La maidenera experiencia modificó a tal punto mi visión de las interrelaciones humanas que perdí la esperanza en los metaleros. No, muchachos: NO DA. Puedo jurarles que acepto ropa interior de Motorhead, escuchar PanterA en el acto, incluso un “So far, so good, so fuckin’ what?!”, acepto maquillaje de Kiss y chaparreras de cuero. Pero juro que lo que suena bien en Bruce Dickinson no suena bien en ustedes, pobres mortales.
                Fueron así, pues, ocho los meses de celibato autoimpuesto.
                OCHO.
                A partir del sexto mes, comencé a creer que ya podía vivir de la humedad de las paredes y reproducirme asexualmente a través de las esporas, cuestión que tendría millones de hijos un vez que muriera. Viva la maternidad post-mortem. Me apodé, pues, La Honga. Apodo influenciado por la quietud obligatoria de un huesito dulce fracturado, también. E influenciado, también, por la expresión popular: “Tengo menos vida que un hongo (Inserte la palabra “sexual” a conveniencia)”

 
La Honga intentando vivir de la humedad del marco de una inocente puerta.

                Conclusión: es La Honga en mí la que hoy dicta qué experiencias no terminarán rotura ósea. Suelo escucharla. También porque me volví intolerante al extremo a los bananas.
                Moraleja: Ser superficial es malo y puede conllevar a la abstinencia.
                Recomendación: No a los hongos, sí a la vida.
                Petición: Manteneos alejados de los Soldaditos de Plomo metaleros. Nunca saben con qué sorpresa pueden tener en sus respectivos catres.

                Sin otro particular, se despide atentamente,
                La Bombacha del Metal.

Por Gabriella Botello, para OXIDO.-

3 comentarios:

  1. Mis felicitaciones para esta chica.Genial¡¡¡

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  2. Espectacular!!!!!!!!!!

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  3. Miss Botello, en cualquier momento le inauguramos un club de fans, usted lo merece...!

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