jueves, 27 de octubre de 2011

Bombacha del Metal: El "Efecto Carpa"



Solía ser una mujer voluptuosa. Convengamos que un salto sin la restrictiva opresión de la maravilla de la ingeniería moderna que son los corpiños, podía generar tsunamis del tamaño de los bíceps de un Chuck Norris de esteroides en India. Tal era su innegable poder, que las placas tectónicas obedecían ciegamente su voluntad, algo así como un “Los pechos han hablado”, y que el mundo se detuviese y desbaratara de su eje.
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La gravedad los ha mancillado al punto que agradezco el sistema de poleas certeras de los brassiers, y una mengua de 20 kgs. de peso corporal menoscaba cualquier pecho, por más Sasha Grey que pueda una ser. Sí: SOLÍA serlo; hoy Beverly y Trixie ya no son la gloria que solían ser. De strippers yanquis han pasado a puritanas inglesas, algo de tamaño más… manejable, supongo.
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Mi pasado de Tetamantis (japoneses corriendo despavoridos y gritando “¡Lolazilla!” a todo su oriental pulmón mediante) ameritó, incluso, el apodo de “Cocó”, relacionando el peludo fruto con mis atributos –pésima y desagradable analogía-, pero juro que necesaria. Me consuelo con la noción de que seno que la mano no cubre, no es seno: es ubre. Es un consuelo patético para el nuevo (e ínfimo) tamaño de las rebautizadas Elizabeth y Katherine, pero me hace mirarlas con un tanto más de simpatía.
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Pese a que hoy el tejido adiposo de mi pecho ha retrocedido como la línea recedente del cabello de Abuelito Dio(s) en los últimos veinte años de su gloriosa y sacra existencia, un problema continúa adherido a mi corazón. No: no son los dolores de espalda atroces que suelen mordisquear las lumbares de las Cocas Sarlis del mundo. No es la desmedida atención masculina, los babeos de infantes, la imposibilidad de conseguir corpiños fuera del tono blanco, negro y todas esas variantes de beige, crudo y natural que se ven igual para mí, la pérdida o desmerecimiento de collares a causa del escote, la constante demanda de “Sale turca, morocha.” No señores, eso es asunto del pasado: tengo todas mis bellísimas chucherías juntas colgando del cuello, un corpiño fucsia y dorado, y ya nadie me pide nada.
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Mi vida sería ideal, exceptuando por el pequeñísimo hecho de que el Metal es el estilo de vida que me ha elegido.
Siendo algo así como la pokébola del Heavy (¡Chata-món, yo te elijo!), he adoptado casi todas las premisas de vida metaleras, exceptuando que soy vegetariana y desgraciadamente no tengo barba. Aquí inserte, señor lector, el violín más dramático de Love Story, el solo más desgarrador de Vai; y lea: el Efecto Carpa aqueja mi existencia como Justin Bieber a la humanidad. Triste pero cierto, diría Metallica, el creciente fenómeno social en el que se ha convertido el Efecto Carpa ha alcanzado y arruinado las posibilidades casamenteras del público femenino del Heavy Metal. Íntimamente relacionado al decrecimiento en la tasa de natalidad de niños Heavys de padres metaleros, el EC ha convertido-me en un ser asexuado.
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Para vosotros, machos argentos que difícilmente saben algo de corte y confección, el EC ocurre cuando una mujer de no siempre generosas proporciones (entiéndase, un cómodo 90) adquiere la clásica remera negra de banda que suele ser la única que se comercializa en roquerías. Esta, al no tener forma, cuelga desde su pecho sin revelar la relación busto-cintura-cadera que nos da esa bellísima forma de guitarra que todos deberían querer descoser a riffs. Más allá de que revele la tendencia machista del Heavy Metal sobre la cual no me detendré, el EC puede ser incluso rebautizado como “Efecto Carpa de Circo”. Entiéndase: o abajo hay un ejército de acróbatas del Cirque du Soleil (análogo a terrible lomo con papas noisette) o un display de felinos grandes a medio entrenar y sin alimentar durante cuatro días fuera de sus jaulas (a servicio de la metáfora, un show bastante fiero).
Libido: muerta. Levante: difunto. Posibilidad de que un hombre me pinte las uñas de los pies de negro cuando ya no llegue: extintas. Changos.
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Ahora bien, el EC puede resultar en dos conductas: o una se resigna a lucir como el Temible Hombre de las Nieves versión “El Profesor Chiflado” (una mesa negra, amorfa y tremenda) o se convierte en Juliana Costurera y domina el milenario arte del maquillaje travesti y de cortar remeras para “femenizarlas”. Lo cual apesta, porque en definitiva una está comprando algo que a la larga y a la corta, romperá. Y no siempre con felices resultados.
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En fin, nunca fui de resignarme. Y mi talento con las tijeras quedó en evidencia cuando quise aprender a hacer hombrecitos plisados de papel y terminé en el hospital con una falange a medio cercenar (valga la aclaración: era una tijerita Jovi). Por ende, abogo por la creación de una línea femenina de remeras de Pantera, V8 y Slayer (mi criterio aleatorio la rockea y debe ser tomado como ley) que luzca nuestras siempre hermosas figuras. Póngale que así me consigo un marido que headbangee al ritmo de Sabbath, que se muera por mis huesos y que quiera disfrutar de mi cuerpo serrano (¿?).
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El Heavy Metal recupera femeneidad y la femeneidad recupera al Heavy Metal. Tómenlo como un llamado a la solidaridad: todos salimos ganando. He dicho.

Por Gabriella Botello, para OXIDO.

9 comentarios:

  1. Buenisimoooooooooo¡¡¡¡

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  2. Esta señorita posee un desmedido talento en su pluma, absolutamente... :)

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  3. jajajajaja! es muy comico por partes!!perooo la verdad es q tedrian q hacerce remeras para nuestros talles. una tiene q usar remeras de talles gigantes, q al usar las remeras parecen vestidoss de muy mal gusto ¬¬...

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  4. Coincido con vos Javier.

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  5. Señorita Botello, adhiero a su pedido y brego, además, por un mundo donde las remeras de rock no sean solo negras.

    Quiero remeras de bandas de death metal en rojo furioso, de bandas de doom en tonos grises, cyan y celestes. Quiero una chomba de Slayer con cuello piqué y bordada solamente con el logo. ¿Por qué no puedo? ¿que mi plata no vale?

    Por otro lado, si tuviera un mínimo capital no solo satisfaría mis inquietudes "indumentarísticas" sino que estoy viendo un nicho en el mercado que nadie ha sabido explotar correctamente y que, con lenguaje florido, ha expuesto nuestra colega colaboradora.

    Señorita Botello, estoy con usted en esta cruzada.

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  6. Jajajaj... Qué grande el joven Alien... xDDDD

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  7. Sencillamente desopilante.
    Y es cierto, debería haber una linea de remeras rockeras femeninas. Nada más lindo que la forma de una mujer.
    Por cierto Gabriela, yo headbangeo con vos al ritmo de Black Sabbath (o de lo que gustes)

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  8. Qué amoroso. Sabés pintar uñas de los pies? DATO ELEMENTAL!!!

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