Jueves. 8N. Movilizaciones sociales por los cuatro costados. La alternativa para sobrellevar la fecha incluía un poco de rock, mucho calor y unas buenas cervezas, dentro del marco del Festival Maquinaria. Quizás la primera fecha del Festival haya sido la única opción para escapar de cacerolazos y anticacerolazos que inundaron los medios de comunicación y buena parte de las redes sociales.
La consigna, como siempre ocurre en estos casos, es divertirse al son de unas buenas bandas de Metal actual, viejas glorias, estrellas en decadencia y quizás la única propuesta que está más allá de todo: Slayer.
Luego de lo controvertido del Festival por el cambio de lugar, (GEBA por Estadio Malvinas) y la fusión de la tercer fecha en la segunda, rumores de baja venta de tickets y runrunes varios, llegó el día esperado por muchos; una extraña mezcla de bandas y estilos (algunas sin un patrón aparente, como Las Manos de Filippi) y un abigarrado público que lentamente fue llenando los espacios del lugar.
Un complicado día de semana, sumado a un ambiente caldeado y un calor por momentos infernal, aunado a diversos menesteres impostergables, hizo que llegáramos pasadas las 18:00, justo cuando Stone Sour promediaba su set, entre un sol abrasador y con un público de unos cuantos miles de personas, por lo que nos perdimos Cavalera Conspiracy, y los créditos nacionales.
Llamaba la atención la disposición de los dos escenarios, uno al lado del otro, solo separados por una pantalla que registraba lo que sucedía en el tablado activo en ese momento.
Debo confesar que fui extremadamente selectivo en la atención dispensada a las bandas de la fecha, fui con la única intención de apreciar el show de Mastodony Slayer, que fueron los grupos que me motivaron a comprar la entrada (aquí no hablamos de acreditaciones), por lo cual si estás esperando un relato pormenorizado de cada una de las bandas, lamento desilusionarte.
Mientras sonaba Stone Sour (que estuvo bastante bien, compacto, e hicieron un cover de Alice in Chains) nos acomodamos en el otro escenario para esperar la performance de unos de los grupos que más expectativa tenía por ver, la gente de Mastodon.
La tardecita se ponía cada vez más agradable y apenas minutos después del show de Stone Sour aparecieron los cuatro de Atlanta sobre el otro escenario, a machacar con su Metal moderno y, sobre todo pesado, como su nombre lo indica. Riffs monolíticos con pasajes instrumentales progresivos y retorcidos y un puñado de buenas canciones, festejadas por muchos y bostezadas por otros tantos. Mastodon, hay que decirlo, no es una de las bandas más gancheras del planeta, pero tienen una legión de fieles admiradores y algunos otros que solo nos acercamos por curiosidad.
El cuarteto venía a presentar "The Hunter", su último disco, y de allí salieron la mayoría de los temas de su set, ocasionalmente matizado con viejas glorias como "March of the Fire Ants" (uno de los puntos fuertes de su show) o "Aqua Dementia" de "Leviathan".
En vivo Mastodon son un reloj suizo, tocando cada nota con una precisión envidiable, y todo el show fue de una fuerza y una calidad demoledora, solo empañada por un pobre sonido en las primeras tres o cuatro canciones, que por suerte se fue acomodando y para el final todo sonaba ajustado y casi a la perfección.
A pesar de no ser muy comunicativos con el público, Brent Hinds, Troy Sander y Bill Kelliher se las arreglaron para dar un show entretenido, dinámico, y por sobre todo bien pesado. Mención especial para Brann Dailor, baterista y uno de los fundadores del grupo, por su desempeño con su instrumento y su colaboración en las voces en varios temas.
Cerraron con "The Sparrow", una canción tranquila y atmosférica (algo casi anti festival) pero de una belleza que acompañaba el buen ánimo de los miles que allí estábamos.
Una muy buena impresión dejaron los muchachos, y ya hay muchos que los esperamos en un lugar cerrado y fuera de cualquier festival.
A cincuenta metros de Mastodon ya se preparaba Malón, el plato fuerte nacional.
Desde su vuelta a los escenarios y luego de un par de buenos shows, han conseguido meterse de nuevo entre las bandas que manejan la escena, con una buena cantidad de seguidores, viejos y nuevos. Y así lo demostró su performance en el Maquinaria.
"Malón Meztizo", "Culto Siniestro", viejos clásicos y algunos temas de Hermética ("Traición", "Tu eres su seguridad", "Soy de la esquina") fue lo que dejó Malón. Trascendieron algunos problemas con la guitarra del Tano y se habló de un Claudio O´Connor un tanto pasado de revoluciones. Sin embargo este "cronista" (si, encomillado) durante el show de Malón se dio a la búsqueda de algo para beber, una tarea que no sería ni fácil ni económica pero eso es harina de otro costal.
Luego de Malón se relamían aquellos que fueron a ver a Marilyn Manson. Mucha bota con plataformas, mucho make up corrido, mucho lente de contacto blanco y pose freak.
Reconozco que el Reverendo nunca fue santo de mi devoción, además la ansiedad por ver a Tom Araya y compañía conspiró contra mi tolerancia. Además no era cuestión de perder energías para la masacre final, por lo que algunos optaron por dormirse una siesta y otros por ver el show sentados desde lejos.
La intro de la película "Suspiria" es la que eligió el Reverendo para iniciar su show en el Maquinaria, y pegadito abrió con "Hey, Cruel World...". Se notó a un Manson un tanto desganado, haciendo un recital a reglamento y no muy contento con la situación.
Y, digámoslo de una vez, Manson es un artista que está de vuelta, su voz no está en forma (si alguna vez lo estuvo) y es más lo que susurra o lo que grita. Para alguien que no disfruta del todo su música quizás le queda apreciar la puesta en escena, entretenida de a ratos, muchos cambios de vestuario, mucha actitud onda "todo me chupa un huevo" y mucho micrófono revoleado.
Las canciones sonaron deslucidas, incluso los hits, "Disposable Teens", "mOBSCENE", "The Dope Show". El cover obvio era "Personal Jesus" seguido por su clásica versión de "Sweet Dreams", por lo que el show levantó un poco, pero sin lograr la suficiente efervescencia.
Quizás los mejorcito haya venido al final con "Antichrist Superstar", una buena canción y una buena puesta, con Manson subido al estrado caracterizado como ese dictador ambiguo y andrógino, y por un momento los destellos de la estrella que alguna vez sacudió la industria de la música a mediados de los 90's, se hizo presente en el escenario, pero solo fueron instantes fugaces. Quizás los entusiastas de Manson hayan quedado con la panza llena, no es nuestro caso.
Se palpitaba el cierre. La mitad del público hacía rato que estaba apostado en el escenario donde Slayer iba a descargar su música. Varios miles de personas esperando que sus traseros sean pateados por una de las grandes botas del Thrash Metal de todos los tiempos; cuatro tipos sin poses raras ni vestimentas estrafalarias, solo empuñando sus instrumentos con certera precisión, pueden darte una de las palizas musicales más violentas que alguien pueda concebir.
No veía a Slayer desde 1998, luego de ese legendario Monsters of Rock, pero sabía a qué me atenía estando tan cerca del escenario. La espera se hizo más larga de lo normal. Tensión. Ansiedad que se traducía en manos sudadas, repentinos dolores corporales, fuerzas que abandonaban. Mucha sed. Uno solo espera que el shot de adrenalina de los primeros acordes se posesionen de cada célula de tu cuerpo, que inyecte esa furia que se mete primero por los oídos y luego por cada poro de tu humanidad y comience el azote brutal de las canciones de una banda que provoca que cada centímetro de tu piel se electrifique.
Ovación, pelos de punta, emoción, risas, lágrimas, todo junto. “World Painted Blood” y “Disciple” para calentar los motores. Sonido perfecto, precisión quirúrgica. Tom Araya con su sonrisa llena de dientes; Kerry King, parco, el mismísimo demonio. Gary Holt, dignísimo reemplazante de Jeff Hanneman, y esa bestia mitad hombre llamado Dave Lombardo, los cuatro reventando todo con “War Ensemble”. El resto fue un gran torbellino de notas tocadas a la velocidad del sonido, riffs endemoniados, solos filosísimos. “Die by the Sword”. “Chemical Warfare”, “Mandatory Suicide”. Leés los títulos y ya te duele el cuerpo. El pogo estrujaba.
“Altar of Sacrifice”, “Jesús Saves”, “Seasons in the Abyss”, “Hell Awaits”, “Postmortem”; un setlist diseñado para partirte al medio.
“Angel of Death” y Lombardo sacudiendo la tierra con su doble bombo. Difícilmente haya otro baterista como él, con esa pegada, con ese sonido, con esa fuerza arrolladora.
Bises y sorpresas: “Silent Scream”, esa gema que resume, para mí, lo mejor del Thrash de los noventas. “Dead Skin Mask” y claro, “Raining Blood”, con una lluvia de mosaicos levantados del piso teñidos de rojo. Una postal infernal. Apocalíptica.
Los cuerpos están exhaustos, si hubiera habido más, estaríamos contando cadáveres. El show termina y es un alivio. Hay gente deshidratada, con la sangre hecha polvo, machacados.
La botellita de agua a treinta pesos indigna y ofende los bolsillos, preferimos salir del recinto y allí sí llega esa cerveza reparadora, esa pizzeta callejera y todo redunda en satisfacción. El alma vuelve al cuerpo y caemos en la realidad de que solo el sueño puede reparar tanto castigo.
Hacia el dulce abrazo de Morfeo nos dirigimos con la certeza que lo que resta de la semana, del mes, del año no será igual, todo lo que vemos ha sido pintado con sangre. Y Slayer tiene mucho que ver con eso.
Setlist
World Painted Blood
Disciple
War ENsemble
Chemical Warfare
Hate Worldwide
Mandatory Suicide
Altar of Sacrifice
Jesus Saves
Seasons n the Abyss
Hell Awaits
Postmortem
Snuff
Angel of Death
Bises
South of Heaven
Silent Scream
Dead Skin Mask
Raining Blood
Por Alien, para OXIDO.-
aguante SLAYER!!
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